domingo, 25 de diciembre de 2016

Frank.

Suena nuestro Sinatra en el salón y te me acercas por la espalda. Trepas por el sofá hasta hacerte con mis piernas. Me haces partícipe de tu juego sin ni siquiera preguntar y te atreves a atacarme con besos, tu arma más potente. Actúo como si no quisiera nada, pero revelando en mi sonrisa la ironía del asunto. Paramos, nos miramos por un microsegundo y los dos sabemos que justo en ese preciso instante damos comienzo a la unica guerra que es buena. 

Vas directo a mi frente, después me besas los ojos y yo sólo puedo dejarme llevar. Cierro los ojos y te cedo mis labios, porque nadie como tú para saber usarlos. Posas tu piel sobre la mía y nuestros labios se rozan tanto que sé que lo sentiré años después. Decido usar mi arma secreta y te muerdo el labio inferior suavemente. Noto un cosquilleo en mi estómago y tu sonrisa formándose en mi honor. Abres los ojos y vas hacia mi cuello, cual vampiro con su presa, y yo alzo la cabeza cuando me besas. Te abrazo, me sujeto fuertemente a tu espalda y te hago suspirar. Juego con tu pelo mientras tus brazos me hacen presa de tu amar, y poco a poco acabamos en el suelo. 

Justo hoy que el salón es nuestro, hoy que Frank canta nuestro andar, justo hoy que el amor no es un bien pasajero... Justo hoy te tocaba llamar. 

sábado, 17 de diciembre de 2016

Morado.

Su pelo, trazado por los dioses y sus labios, objeto de mi añoranza, servian de ayuda en mis noches desamparadas. Tenía la mirada más expresiva que se puede tener y las palabras más bellas que residen en un alma. Sus manos eran largas, como si por las noches en vez de dormir se dedicara a tocar el piano hasta las tantas, hasta en sueños, cuando no sabía ni identificar una sola tecla. Su nariz redonda, señorial, masculina, la línea soñada por el pintor más realista. Sus brazos, abrigo en noches de invierno, calor también en las noches de verano, acariciando mis caderas como si fueran su más preciado deseo, rodeando todo mi cuerpo, envolviéndolo cual regalo. 

Para regalo su existencia, la más deseada.

Mis labios buscaban consuelo en los suyos sin ni siquiera atreverse a acercarse a ellos, por si al rozarlos se rompía la barrera del sonido, el perfecto azar que hacía real el universo o la ley de la relatividad. Me gustaría poder besarte, pero no puedo. Me gustaría poder deslizar mis dedos por tu espalda desnuda mientras te tarareo tu canción favorita al oido, mientras susurro las palabras mágicas, mientras el azul y el rojo se unen en un mágico enlace que acabe desembocando en el más bello morado. 

Querría enredarte conmigo tanto y tan fuerte que no sería ni sano, querría morderte tanto el labio que dejaría en él mi marca para siempre, querría pasar tanto tiempo a tu lado que el reloj se pararía de repente por su ineficacia, querría besarte todos tus trazos, tu frente, tu ojos, tus manos, tu pelo, tus huesos, tus siempre, tus nuncas, tus años, tus noches, tu suerte, tu nuca, tu abrazo, tu alma, tu antaño. Querría hacerte mil veces el amor, porque la frase tomaría verdadero sentido. 

martes, 13 de diciembre de 2016

Los monstruos

Hace tiempo alejé a los monstruos de mi cama. A los buenos y a los malos, no hice distinción ninguna. Los saqué a patadas de mi habitación, cerré con llave la puerta y guardé esa llave en el fondo de un cajón repleto de cosas perdidas. 

Me enfadé de veras con los monstruos sabiendo que no todos eran malos. Sus intenciones maquilladas endurecían mis principios y los hacían aún más robustos, y con ello, aquella puerta que un día fue de madera, pasó a ser de metal. 

Me encerré en aquella habitación y no dejé que entrara nadie. Durante muchos meses me dediqué a escribir sobre lo malos que eran los monstruos, sobre el daño que me habían hecho y sobre que jamás volvería a dejarles entrar en mi vida. Dibujé una sonrisa en mi cara con un lápiz de ojos permanente, de esos que no se van ni aunque llores, e hice pensar a todos que todo estaba bien, que en aquella habitación solitaria no había necesidad de nadie más.

Suelo transformarme por las noches. Me convierto en alguien transparente y dejo que se vea todo mi interior. Me desnudo ante los ojos de la luna y aullo con los lobos mi condena. Y pienso en qué hubiera pasado si hubiese dejado que entraran los monstruos, en si ahora querrían volver entrar, si volverían a mostrarme su amor a mordiscos.

Pero no te voy a engañar, hoy nadie mata monstruos por mi, nadie me pide que le deje entrar por un hueco sin que los demás monstruos se enteren, nadie me acaricia con rugidos en estas noches de diciembre. No hay nadie dentro de esta habitación que no sea yo, y dudo que quede alguien en la puerta. 

P.

No es por ti,
Es por mi.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Oniria.

La Luna a oscuras en el cielo cuando vuelves a casa de noche con la calle totalmente desierta es casi tan bonita como ella. 

Ella es la fuerza mayor, el cariño más grande, el abrazo más esperado. Es el llanto en el tren de vuelta a casa, es la llamada que indica que he llegado a la estación y que quedan minutos para vernos. Es Atocha, es Gran Vía, es aquel sitio de crepes de Malasaña, es Sol. Es Momo, aquel nórdico maravilloso, 'Volver' de Morgan, un maravilloso sushi viendo programas de televisión. Es cada una de aquellas tomas falsas, de mis risas, de las suyas, es cada una de las fotos. También es cada uno de los girasoles de aquella exposición, cada una de las canciones que sonaron en el Calvario, cada uno de los besos y de los abrazos. Todas mis sonrisas aquel fin de semana fueron en su honor, y todas mis palabras de agradecimiento son insuficientes. 
Estamos más cerca de lo que crees, porque somos la misma persona, y me da lo mismo que estés en Madrid, en Salamanca, en el Norte o en la Luna, porque siempre estás aquí, porque eres mi hogar, y el mío siempre será el tuyo. 
No sé cuánto tiempo hace desde que empezó todo esto, pero la amistad que tenemos: esta cosa tan pura, tan sana y tan tierna, es lo que me da la vida cada día. Así que gracias a aquel día, sea el que sea, en el que te conocí, porque eres lo mejor.
Oniria, aquí tienes a Insomnía para ti. 
Mil besos rojos, porque es muy probable que aún me quede algo de tu pintalabios permanente.
Fíjate, como lo nuestro.
Te quiero fuerte.

domingo, 27 de noviembre de 2016

La esquina dorsal

Como si ya conocieras mi juego, te dispones a ganar, y te cuelas a golpes en el vacío que hay entre mi amor y mis quiebros. Fuerzas la cerradura y te deslizas por mi cuello, como si conocieras todos mis adentros, como si controlaras la lava del volcán, como si fueras inmune a todo aquello. Salpicas, y te mezclas con mis dedos bailando entre canciones que los demás ni siquiera saben pronunciar. Arden mis pupilas cuando paso por tu espina (o esquina) dorsal y nace el verano en pleno invierno. Roes cada hueco de mi tiempo, de mi noche, de mi aliento y trabajas con esmero para alcanzar el final.

Como una aguja recorres mi vestido, como oxígeno te cuelas desde el suelo y, como sangre, navega tu piedad. Me pides sal y fuego, y te concedo lo primero, por si el miedo nos condena, por si hoy juega tu esmero.

Y calmas con saliva cada hueco de este cuerpo, celebras con bebida el encuentro pasajero, y que salten hoy los muelles que mantienen mi cemento o que hoy se pare el tiempo si te muerdo desde dentro.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Es invierno.

Y ahora, en noches estrelladas, es cuando me doy cuenta de que he estrechado manos con extraños que creía conocidos, de que mis dedos se han abrazado con los tuyos cómo si hubiesen sido creados para ello y que se han apretado como si no hubiese mañana. Ahora que llega el frío me doy cuenta de que ya tengo abrigo.
Años imposibles que culminan su vida con sorpresas enlazadas a semanas exigentes, a días sonrientes, a horas condenadas y a segundos consecuentes. Años imposibles que acaban realizándose,  peleando contra leyes de gigantes que nos creyeron pequeños y que ahora lloran nuestra grandeza. Años imposibles que terminan con deseos totalmente diferentes a los que fueron primeros. Años imposibles sin champán en la cocina, sin tu boca, sin la mía, sin palabras de autoestima, sin sentir, sin ser mentira, sin callar, sin ser tu amiga.

No es nostalgia, es invierno.
Te lo prometo.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Siempre vuelves.

Tienes la capacidad de arrasar implícita en tu sangre.
Naciste, y contigo todos mis errores; y yo, que me vuelvo kamikaze cuando miras, no puedo evitarlo y rompo con todo, tiro de las cuerdas, de las heridas, de los sentimientos enterrados, de los eneros a tu lado. 
Por si no fuera suficiente, el invierno me está llamando, me está pidiendo calor con gritos desesperados. No somos amigos, por supuesto que no. No somos nada, nunca fuimos nada. Si acaso, fuimos algún domingo, algún sentimiento incendiado, o alguna noche entre manos. O quizá, lo que para ti no es nada, para mi lo es todo. 
No tienes que pedir perdón, no tienes que pedir lo que no quieres. 
Ni mereces.

Everything's black
and white,
no grey. 


miércoles, 5 de octubre de 2016

La sonata fantasma

Brindas en el aire por nuestra magnificencia y te resulta extraño que siga tus pasos, hasta te da miedo, porque no soy así. Porque no era así.

El café siente celos porque ahora nos va más el champán, pero no sabe que aún amamos su olor, el que alguna vez perfumó las escaleras y tiñó todos los peldaños.

Creamos una sonata con susurros de madrugada que quedan grabados en nuestras mentes a fuego y sangre. Son de su mismo color, pero no del mismo filo. Clavamos versos envenenados de versiones, de anuncios en revistas y de noches placenteras. Encendemos luces que alumbrarán nuestras acercas al volver a casa. Volver, ¿solo o acompañado? ¿triunfante o fracaso? Solo tú lo sabes. Solo lo sé yo. 

Y tiemblan los cristales de esta casa que ya no está vacía,
y gritan los relojes que llegó la hora,
y reinan hoy los juicios de este cuerpo con alas,
porque hoy no me las cortas,
porque nunca me las talas.

martes, 4 de octubre de 2016

Snap Out Of It.

Me atrae demasiado la idea del caos. Te miro desde la otra punta del club y la noche parece aún más etérea. Bailas con el ritmo de tu canción favorita, marcas los tiempos con tus caderas y me miras, como invitándome a seguirte, pero hoy no juego.
Por si acaso la mirada que desprendo bajo mis gafas no te deja claro que estoy bastante harta de tus juegos nocturnos y de que intentes incluirme en ellos te dibujo un 'No' con mis labios. Pero sigues. Y te acercas, y me insistes, y me preguntas que por qué me das miedo.
 — Cariño, no me das miedo, lo que me das es pena.
 Sonríes, como si fuera una broma,  como si aquello no fuera contigo, porque te crees que sigue siendo parte del juego, como si no hubiera acabado con tu partida. Te vas a la barra, tú y tu chaqueta de cuero. Vuelvo a mis asuntos.
Bien entrada la noche nos reencontramos en la puerta, te acercas, me invitas a un cigarrillo y mientras tus pulmones mueren poco a poco y mi paciencia explora niveles que no creía posibles te digo bien alto:
 — Supéralo.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Volver.

El gas que desprendían sus palabras adornaba toda la habitación, y su luz alumbraba hasta al más oscuro de mis pensamientos. Recuperé el ritmo habitual de mi pulso y te miré tan fuerte que casi me pierdo. ¿Quién se supone que eres ahora? Porque ya no veo tu precioso pelo, ni tus muecas, ni tus brazos arropando mis miedos, mi timidez y mi no saber estar. 
Rompí tanto con todo que ahora eres migajas. Te miro y no siento, no siento nada que no sea pena. Con todo lo que podríamos haber sido, amigo... Y con todo lo que fuimos. Porque fuimos. 
Fuimos el eco en el silencio de una tarde de invierno, fuimos las hojas que pisamos al andar por el centro de la ciudad, fuimos los labios que besaron otros labios como señal de paz, fuimos las pestañas que besaste esa noche en ese bar, fuimos todos y cada uno de los sonidos, cada una de las teclas, de los acordes, de los golpes y de los domingos. Los bancos aún lloran nuestra ausencia, pero a ver quién es el valiente que se atreve a decirles que ya no somos. 
Y sé que aún me miras y piensas en aquello, que la incomodidad que se palpa en nuestro ambiente no es casualidad, y que no sabes olvidar. Es una pena, porque yo sí he sabido perdonar, aunque no me hayas pedido perdón.

<<Tienes algo dentro, yo lo he visto brillar, pero corres, y corres... >> 

Y al final no eres, y nunca serás quien eras. Y es triste, porque no va a volver nada de aquellos días.
Y el gas se esfuma, el humo corre lejos del cigarrillo, el fuego se apaga, y las cenizas vuelan tan lejos que jamás las volveremos a ver, pero tus palabras no se van, no mueren, ni este sentimiento que tengo en el pecho, que no es más que el vago recuerdo de ese cigarrillo anterior en el que fuimos fuego

jueves, 15 de septiembre de 2016

Manías.

Tengo una manía. No creo que sea mala, tan sólo es un rasgo más de mi: Necesito arreglar siempre las cosas, y no importa que hayan pasado dos días o 3 años de aquello que ocurrió y que me enfadó o me puso triste, o simplemente, que yo misma actué mal... Porque necesito arreglar las situaciones, los malos momentos, las malas relaciones.

Lo mejor es que cuando lo hago me siento feliz como nadie, se oyen violines y sólo quiero saltar como Heidi por el prado.

Y fíjate, hoy estoy así.

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Conclusiones:

  • No puedes odiar a quien has amado. 
  • Si recuerdas algo con nostalgia es que no fue tan malo.
  • Hay canciones que cambian de humor y se camuflan al ver cómo está el tuyo. 

                     

domingo, 4 de septiembre de 2016

De cuando el día conoció a la noche.

Somos como la noche y el día, porque me he convertido en una noche muy oscura con una luna muy llena. Los lobos me aúllan, me confían sus secretos más íntimos y sus verdades más infames, pero no hay problema, porque somos amigos. Mueven sus patas y se alejan de la manada para acercarse un poco más a la luz que desprenden mis estrellas, y me lloran, y me cantan, y me enseñan.

Pero por la mañana tan sólo me quedan sus huellas en la arena, y desaparezco como si no hubiese existido nunca, pero todos me recuerdan, porque despierto, cuando deberían dormir, sus mayores deseos.

Puedo entender que te gustase más mi día que mi actual noche, pero tienes que admitir que siempre se me vieron las intenciones y que las pasiones nunca estuvieron demasiado ocultas, que siempre dije que quería conducir de noche porque las calles parecían incluso más bellas, que siempre antepuse el negro al blanco y mi cielo al tuyo.

Si quisieras desenredar tus propias imposiciones te aseguro que acabarías siendo como yo, o casi, que por algo somos inigualables. La noche te llama, tú te encargas de levantar el teléfono o de no hacerlo.

Por si te decides, te espero entre mis lobos.

lunes, 29 de agosto de 2016

Flash.

He comprendido que no te echo de menos, pero que no te eche de menos no significa que no me gustara estar contigo. Si tú supieras... 
Has aparecido de repente, has salido de tu cueva y aunque no me hayas dicho nada nos hemos mirado. Cada uno en su lado, cada uno en su sitio.
Sigues exactamente igual que antes. Te prometo que no has cambiado nada. Quizá tus compañías y los sitios que frecuentabas, pero ahí sigues, escuchando los mismos grupos extraños de antes, descuidandote al mismo nivel, fumando... Siempre fumando. Sí, hay que decirlo: la ausencia te queda bien. 
He sonreído al verte, no sé si tú habrás hecho lo mismo. 
Que te vaya bien con sus labios, que te vaya bonito. Lo deseo de corazón.

Nos vemos,
sabes que siempre nos vemos.

Ya conoces donde está nuestro sitio. 

viernes, 29 de julio de 2016

Instinto básico.

Nos movemos por y para la carne, y lo peor es que tratamos de camuflarlo con excusas cuando realmente sólo respondemos a nuestra naturaleza; a la nuestra y a la de cualquier otro ser que habite este mundo. Nos decimos que somos diferentes, que somos seres humanos, superiores al resto, mucho más inteligentes y con más poder de elección, pero al final acabamos buscando lo que los demás. Bastará con probar unos besos para pedir a la vida una nueva ración a gritos, incluso a veces sin importarnos si nos salen o no las cuentas o si podemos pagar el precio. La carne engancha y engorda al corazón, y ambos sabemos que no es posible vivir sin ninguno de los dos.

jueves, 28 de julio de 2016

you were a stranger in my phonebook i was acting like a knew,
'cause i have nothing to lose

martes, 26 de julio de 2016

Noche, 1:25

He llegado a la conclusión de que quiero enamorarme y busco cualquier sonrisa, cualquier palabra o cualquier mirada como excusa para hacerlo, sin echarle ni un vistazo a las consecuencias que puedan provocarse en mi persona por este comportamiento. Que quiero tacto no es ningún misterio, y es que no hay nada más natural, pero ya me planteo si no se me está yendo de las manos.
Últimamente miro descaradamente a los chicos que me gustan por la calle. No tengo reparo alguno en que noten mi repentino interés, porque en el fondo me da lo mismo. Disparo alguna que otra mirada furtiva y, tontamente, si noto respuesta alguna, me acobardo. Es que no me entiendo ni yo misma.
Toda mi vida he ocultado mis sentimientos como si fueran algo malo, no me he desnudado física ni psicológicamente, y si lo he hecho nunca ha sido como un impulso del que me daba igual arrepentirme. Ahora ya es lo mismo, hay cosas peores que un me gustas o un te quiero, y también mucho peores que mi espalda desnuda o algún otro metro de mi cuerpo.
Me siento tan segura que me quiero, y me da igual que no me devuelvan las miradas, me da igual que no se quieran meter en mis pensamientos, porque... pensaba volver a justificar mi parlamento, pero sería decir de nuevo que me quiero.

sábado, 16 de julio de 2016

Quiero.

Quiero hacerlo muy lento. Quiero acercarme por la espalda, sigilosa como el viento. Quiero pegar mis labios a tu cuello sin decir ni una palabra y provocar que se cierren tus ojos como si fuera una especie de acto reflejo. Quiero que sientas mi respiración y que te pongas muy nervioso. Quiero que te dejes hacer. Quiero que me dejes hacer.
Quiero que tu último aliento sea un suspiro que haya causado mi cerebro.

miércoles, 29 de junio de 2016

Nervios

Hoy casi me cuelo dentro de ti por tu mirada. Se te da bastante bien eso de aguantarla, creo que te lo tomas como un reto. Te quedas ahí parado y la disparas sin silenciador y sin precaución, directamente hacia mis ojos. Incluso tengo la sensación de que tú también te cuelas. Pero no me das miedo.
No me gusta tratarlo de esta forma, pero es cierto que existe una conexión mediante la cual podemos entendernos a la perfección sin soltar una sola palabra. Llámalo así, o llámalo magia, o inventa una palabra para ello. Como cuando te acercas, te pegas mucho a mi y no me molesta el tacto, incluso mi cuerpo pide más, y fingimos que nuestras piernas se han cruzado y que ni siquiera lo hemos notado. A veces, además, me creo más valiente y me atrevo a tocarte sin excusas, a rozar tu espalda con mis manos, a tocarte el pelo y a ponerlo aún más despeinado. 
Pero todo se queda en gestos, la mirada en mirada, el roce en roce y mi risa en nervios. Los mismos que impiden que salga corriendo, me tire a la piscina y te bese en silencio. 

martes, 21 de junio de 2016

El baile.

He encontrado a una persona con la que bailar y que no me de vergüenza. Hemos pisado el césped descalzos y nos hemos ayudado mutuamente. La comodidad que siento a su lado es sorprendente. Soy 100% yo. 
Me gustan las personas con las que me gusto yo. 
Bailaría mil canciones en el jardín a tu lado, incluso te dejaría escoger las baladas. O fíjate lo que te digo: no tienen por qué ser baladas. Bailaría hasta que me pararan mis pies. Y después pasaría a bailar en otra parte. Te dejo elegir el lugar, la música e incluso con qué partes de nuestro cuerpo bailar. Y si encuentro el valor te prometo ser yo quien baile hoy con tu leyenda.

También podríamos bailar metafóricamente. En todos los sentidos. Sé que te gusta con locura.

Hagamos un baile de esta vida.
Y vivamos,
Y bailemos,
como si no importara nada más.

Y bailar con la muerte no es buen plan. Yo prefiero que me mates tú a bailar. 

La batalla.

Nada más entrar en la habitación lo vi sentado en la silla de mi escritorio. Sus ojos delataban que se había pasado toda la tarde leyendo y cultivando nuevas palabras para usar en nuestras batallas de argumentos. Tenía las gafas manchadas porque no había querido perder ni un minuto levantándose para ir a limpiarlas, ya que aún podía ver, aunque fuera de una forma más difuminada. Lucía un rostro serio, del que sólo cambió su portada para saludarme con media sonrisa acompañada de un levantamiento de ceja. Le respondí de la misma forma.
Dejó el libro sobre la mesa y por fin las hojas pudieron darse un respiro. Se levantó y mirándome directamente a los ojos se acercó a mi. Parecía un naufrago, y su barba, su pelo rizado y despeinado, su camiseta ancha y sus pantalones piratas no ayudaban a alejar ese símil de mi mente. No me salió nada más que mirarle con ternura. Repetí sus pasos y me acerqué a él. Paramos a la vez y tan sólo nos quedamos a unos centímetros de distancia. No podíamos dejar de clavarnos la mirada como si de una guerra se tratase. Apreté mis labios, desvió su mirada y le gané. Reí. Rió.
Y empezamos otra vez con la batalla. Me cogió en sus brazos y me tiró a la cama. Escaló por el colchón hasta colocarse justo encima de mi.
La primera en el cuello.
La segunda en su frente.
Mis manos en su espalda.
Sus ganas en mi mente.

domingo, 12 de junio de 2016

La muerte del romanticismo.

Muchos hablan de la muerte del romanticismo, yo simplemente creo que hemos encontrado nuevas formas de expresarlo.
No soy de flores, no creo que el amor se exprese regalándolas y no lo veo necesario. No quiero un hombre que me traiga flores. Tampoco necesito que me paguen la cuenta cuando vamos a tomar café todos los días, no lo necesito ni siquiera un día. No quiero un hombre que pague mis deudas. Tampoco quiero ser el centro del universo, ni soy la mujer más perfecta y bella que hay sobre la tierra. No quiero un hombre que se pegue a mi cintura como si no existiera nada más y mucho menos que me mienta.
Quiero un hombre que sepa valorar el arte, la cultura y no sólo un tipo de belleza, porque creo que en ello está el romanticismo. Quiero un hombre que entienda lo que hago, que respete mis letras y que sepa valorar y valorarme. Quiero un hombre con opinión propia y que crea en lo que hace. Quiero un amante de la música, del cine, del teatro, de la literatura, de la pintura, de todo aquello en lo que alguien haya puesto su corazón; porque si sabe valorar eso, porque si sabe amar eso sabrá valorar lo que más quiero yo.
Porque no quiero flores, ni hombres florero, ni que paguen mi amor con su dinero.
Quiero personas que sientan,
y que sientan sin miedo,
a mi alrededor.

domingo, 22 de mayo de 2016

Rojo.

Bajé de la nada, como si se pudiera estar más abajo. Alimenté las últimas palabras que solté con mis más grandes deseos. Cerré los ojos y soñé con que vivía.

Sólo puedo ver los pedazos por el suelo. No soy de las que se desprenden rápido de la ilusión, pero sí de las que la tiran con fuerza hacia la pared para que se trasforme en trozos mucho más pequeños a lo que luego me sostengo como si de la cuerda que me mantiene en la vida se tratase.

Me he imaginado despierta, saliendo del sueño en el que vivo por la puerta grande. Me he imaginado sintiendo cada herida, cada disparo directo al corazón y cada pulso de vida o muerte de una forma diferente. El dolor se repite… ¿Pero de la misma forma?

He acabado enamorándome del fuego, sintiendo magia cuando mi vista se paseaba por las llamas. ¿No es maravilloso que sea capaz de acabar con todo de esa forma? Donde hubo fuego quedarán cenizas, sí, pero no se sabrá qué era eso que ahora no es nada.


Me he dado cuenta de que hay miles de palabras bonitas que en su versión material van del lado del rojo y creo que ahora soy Jordana Bevan. Creo que ahora soy el rojo más intenso porque estoy siendo fuego, porque estoy convirtiendo cosas en ceniza y estoy convencida de que el fuego sana, porque me estoy curando y ahora los pedazos que adornaban la habitación tan sólo asoman en lo más oscuro del cuarto. 

miércoles, 18 de mayo de 2016

Estoy jugando a darme la vuelta por la calle cuando te vas, a hacer como que no me importa tu presencia, como que eres uno más. Estoy jugando a que te conozco mucho, a que sé como puedo hacerte callar. Estoy jugando a no tener ganas de girarme cuando me das besos, a hacer de cada encuentro una casualidad.
Pero es que en el fondo es casualidad,
y también causalidad.
Y volvemos a escribir,
y aunque parezca que no,
esta vez no es lo mismo. 

sábado, 23 de abril de 2016

La nueva calma.

Estoy pasando de los golpes a los acordes, del desorden al equilibrio, del mayor de los caos a la más grande y perfecta calma.
Clavaba sus manos y podías ver en su mirada lo mucho que lo estaba sintiendo. Transmitía paz, armonía, y me hizo sentirme en casa. Por un momento se me olvidó todo, se quemaron los meses intranquilos y ni las cenizas se hicieron notar. 
Podemos reiniciar, sí, pero yo he decidido cerrar la sesión para siempre. No me arrepiento, pero no hay nada más que dar. 
Aunque no hemos venido a hablar de esto.

Su serenidad ha sido la imagen más perfecta que han captado mis ojos. Tengo el cuadro clavado en mi retina. El humo, las luces, la noche y su ir sin prisas. Lo imaginé haciendo lo que más le gusta en el salón de casa y ojalá que fuera en la mía. Sonreía todo el rato y me transmitía que hacía lo correcto, que había arriesgado todo por sus pasiones y se convertía segundo a segundo en mi héroe, en mi ejemplo a seguir.
Pocos me habían emocionado tanto y con tan poco. 
Magia, señor, es lo que usted desprende.
Magia, es lo que usted es. 

lunes, 18 de abril de 2016

Vengo.

Vengo a culpar a la noche.
Vengo a echarle la culpa de que no entienda nada, y cada vez menos.
Vengo a comerme la cabeza, ya que no se atreven a comerme.
Vengo a jugar con el tiempo y con la oscuridad.
Vengo a oscurecerme tanto por fuera como por dentro.
Vengo a adentrarme en mentes complicadas que me lleven a paisajes aun más complejos.
Vengo a acomplejarme por verte y a tropezarme con tu destierro.
Vengo a desterrar de mi mente la culpa, la noche,
y, sobre todo,
el miedo.

jueves, 31 de marzo de 2016

El encuentro.

He vuelto a encontrarme con el monstruo y se ha limado las garras. Incluso ha llegado a darme ternura.
Iba con mi jersey preferido, con el que alguna noche me he arropado. Ojalá hubiera podido arañarlo y conseguir así recordar su tacto, el que, debo confesar, echo de menos...
Su mirada se instaló en mis ojos a unos metros de distancia y me anunció su acercamiento. Fue una sensación extraña, como si entre todo el gentío algo nos llamara y el llamamiento fue un disparo silencioso directo a mis nervios. Rompió el saco de las dudas y del deseo, que llevaba cerrado ya unas semanas y disfrutaba de una relajante tregua.
Qué fuertes fuimos para no lanzarnos al cuello los besos que queremos, porque no sé el nivel, no quiero ni pensar en comparaciones entre nuestras intenciones, porque sólo quiero besar, y sólo quiero abrazos motivados por el frío que se nos va. Y ojalá ahora llegue el momento de encontrar en los errores una cuerda a la que aferrarme, porque joder, te tengo ganas, y no quiero pero quiero. 

Se fue, y ahora vuelve con sus excusas que me enternecen, y es que yo me muevo por la ternura y más que me quiero mover. 

Esto que te digo no te lo lleves a lo personal:
Tienes madera, pero no tienes táctica. 

domingo, 27 de marzo de 2016

El bestiario.

Hoy me he decidido por el bestiario.

He entrado muy despacio, con cuidado, e incluso confieso que con un poquito de miedo. He preguntado a un señor con bigote los detalles del viaje y cuando ha terminado de informarme, he dejado dos complejos a modo de moneda y me he adentrado en la cueva.
En la primera sala tan solo quedaba un nombre y dos momentos. Englobaba años de infancia, pequeños caprichos fruto de esa niñez y una timidez gigante. No había mucho más que observar, porque en verdad, estaba todo muy lejos de mis ojos.
En la segunda sala pude ver el primer amor que no llegó a ser amor, poca gracia por mi parte y mucha por la de otras. El resultado visible no podía ser otro que el mismo que el del cartel que indicaba la próxima parada. Encontré algunos textos, las primeras palabras y los primeros versos, pero no llegó a canción.
La tercera sala me produjo una sensación de nostalgia. Recogía mensajes de dos años de completa travesía por mi propio crecimiento, madurez y reflexión. Escucho alguna canción de fondo, todas con tono y forma solemne, alguna que otra versión. No se observan trofeos. Puedo observar en las paredes que aquí la bestia llegó dentro, pero que la presa no entró en él. Cuando creí por suficiente el vistazo, unas ramas me intentaron atrapar mientras caminaba hacia la salida, haciéndome recordar entre movimientos mecanizados cómo salí la primera vez de allí. Me deslicé y conseguí pasar al siguiente nivel.
La cuarta sala era la más bella, la más dulce y la más intensa. Me avisaba un cartel a la entrada de que había riesgo de volver a caer al precipicio y no muchas posibilidades de volar. La precaución fue máxima, me expuse demasiado, pero la curiosidad mató al gato y su perfume aún más. La bestia no fue bestia, fue todo un caballero de cortesía infinita, incluso parecía que me quería. Y yo sí que me quería quedar. Le hablé de chicos elegantes, de la ternura, de las ganas, y él me escuchó, pero no me pidió permiso para jugar. Creo que hasta lloré al salir de allí. No sé si de tristeza o de felicidad, porque aquí gané… no el premio que quería, pero gané.
Después, me deslicé hacia la última sala por un pasillo muy estrecho y con una altura para enanitos. Al entrar me tropecé, caí y cuando estaba en el suelo pude observar a la nueva bestia. Era preciosa. Joder que si lo era. Me miró con sus ojos, de un color que no sé calificar, y me invitó al baile. Y yo bailé, pero con cuidado. Me deslicé sin poder dejarlo de mirar. Sentí una mezcla entre atracción y desconfianza, y la atracción fue en todos los sentidos. Encontré carteles fluorescentes que en mayúsculas me gritaban avisos de precaución, de cuidado. Finalmente, la bestia me besó y yo me dejé llevar. A lo mejor la bestia no era tan bestia, o a lo peor… sí que lo era. Me quedé tres meses en sus brazos. Despertó deseos desconocidos en bares y calles perdidas de la vista de todos los demás, hasta que un día desperté y me encontré sola en la sala teñida de un color diferente, gris, la luz estaba apagada y yo no entendía por qué. Un humo tóxico salió de los tubos de la pared y el aire se convirtió en veneno. Corrí hacia la salida y en la puerta estaba él, volviendo a invitarme a bailar en el caos y no sé cómo lo esquivé, y ni su atlético cuerpo ni sus rápidos movimientos fueron suficientes para pillarme. Salí de allí acompañada por la canción más épica del planeta, y fue cuando vi que el bestiario había crecido, que había salas en construcción.

Caminé entre los restos del terremoto, me acerqué al señor del bigote y le dije que abdicaba mi puesto para mi futura yo, que esta ya estaba llena de rasguños. Bajé la persiana al bestiario y sonreí. Sonreí tanto que casi lloro; porque hay un poquito de mí en cada bestia, y un poquito de bestia en esta yo. 
Y que descansen mis labios hasta que alguien quiera volver a besarlos, y hasta que yo decida quién me los puede besar. 

domingo, 13 de marzo de 2016

Jueves 10

Unos 300 días después de ti he vuelto a oler tu perfume en el vagón. El chico era elegante, serio, alto, cualquier mujer hubiera aceptado una proposición de alguien así. Pero no eras tú y yo sentí nostalgia de ti.

Llevo meses en una especie de nube algo terrenal, que nunca me ha dejado levantar los pies del suelo como tú me permitías. Sí, me enamoraría otra vez, y no de él, de ti, de todas y cada una de tus tardes, de todas y cada una de tus risas, de tu elegancia, de tu incertidumbre.

No más toxicidad, no más incomprensión. El vagón huele a ti, y yo me siento mucho más que salvada.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Marry The Night

Últimamente me siento más fuerte. Me siento como Lady Gaga subida a sus plataformas explotando cosas en videoclips, una completa superheroína dispuesta a salvar el mundo, pero antes dispuesta a salvarme a mi.
Veo caer techos sobre mi, y me levanto, y sonrío. Veo huracanes a lo lejos y les guiño el ojo. Me las doy de valiente y me acerco a labios sin miedo, y si me gritan les escupo. No llevo tacones, pero aún así marco mis huellas en el suelo. Me caso con noches oscuras, con pensamientos complicados y los arropo bajo mantas de cariño. Que nunca falte el cariño.
Me siento una de esas chicas modelo, pero no de las pasarelas, de las que dan ganas de comérselas por su fuerza, de retarlas, de abrazarlas y de quemar banderas contrarias a su lado. 

viernes, 4 de marzo de 2016

El Poeta Halley

Me atraparás al suelo,
y nunca a la pared
y si me dejas aire
en tus líneas dormiré.
Palabras de una musa
de baja maternal
Puede que al final me conozca muy bien:
si fueran puntos grises mis rarezas,
cada tara que creé
de seguiros con un lápiz al final
verías mi cara en el papel.
Por eso,
estoy por aquí otra vez
rebuscando en mi almacén esa palabra,
cónsul de mi timidez.
Ojalá encuentre la forma,
más me vale,
tengo un tema que acabar.
Si no aparece nunca,
o entiendo que no di con la palabra justa
y cuando al fin la encuentro llega aquel mar de dudas
si cuando me decido tú me detienes siempre
me aprietas junto aquí y dices:
- No, mi leal traidora inspiración-
cuando apareces menos soy.
Y soy yo.
Te quedarás dormida,
menuda novedad,
es peor mi geniocidio
cuando no te dejo hablar.
En la autopista de la vida
si te saltas la salida hay que esperar.
Puede
que no haya aprendido a aceptar
que escuadrones de moral judeocristiana
con su culpabilidad
nos seguirán por tierra, por el aire
y sobre todo por amar.
Puede
que esté demorando la acción.
A los doce tuve un sueño en que ganaba,
pero el sueño me venció,
desde entonces mis derrotas son las huellas del carnet
de ese tal yo.
Ahora escúchame,
ya he encontrado la palabra justa,
mejor prepárate,
tiene algo que a todos asusta.
Sí, la voy a soltar,
la quiero soltar.
Pronunciaré 'esperanza'
la gritaré por dentro si es lo que hace falta,
la escribiré mil veces, me alejaré de espaldas,
quizás de repetirla algo me quede.
No puedo permitir tu negación,
mi leal traidor inspiración,
de intermitente aparición,
como un ángel hallado en un ascensor.
Qué bien funcionas como recuerdo.
Sabina:
Acojo en mi hogar
palabras que he encontrado abandonadas en mi palabrera.
Examino cada jaula y allí,
ladrando vocales y consonantes,
encuentro sucios verbos
que lloran después de ser abandonados
por un sujeto que un día fue su amo,
y de tan creído que era,
prescindió del predicado.
Esta misma semana
han encontrado a un par de adjetivos trastornados,
a tres adverbios muertos de frío,
y a otros tantos de la raza pronombre
que sueñan en sus jaulas
con ser la sombra de un niño.
Señalo entonces
a las palabras que llevan más días abandonadas,
y me las llevo a casa,
las vacuno de la rabia y las peino a mi manera,
como si fueran hijas únicas,
porque en verdad todas son únicas.
Acto seguido,
y antes de integrarlas en un parvulario de relatos o canciones,
les doy un beso de tinta
y les digo que si quieres ganarte el respeto,
nunca hay que olvidarse los acentos en el patio.
A veces les pongo a mis palabras
diéresis de colores imitando diademas
y yo sólo observo como juegan en el patio de un poema.
Casi siempre te abandonan demasiado pronto
y las escuchas en bocas ajenas,
y te alegras, y te mojas contigo mismo,
como con todo lo que amamos con cierto egoísmo,
y uno se queda en casa,
inerte y algo vacío,
acariciando aquel vocablo mudo llamado silencio,
siempre fiel, siempre contigo.
Pero todo el ley de vida,
como un día me dijo el poeta Halley:
Si las palabras se atraen,
que se unan entre ellas.
Y a brillar,
que son dos sílabas.
- Santi Balmes.

Del caos un arte.

Realmente me siento mejor que nunca, y no debería de ser así.
He perdido pero he ganado. He perdido un mes, un problema emocional, dolores de cabeza y rabietas personales. He ganado estabilidad, confianza y ganas de vivir.
Hacer del caos un arte es mi especialidad y por eso me gusta, por eso me gusto, y por eso me gustas.

sábado, 27 de febrero de 2016

Atrévete.

Atrévete a decirme que el tiempo no ha sido malo, que no ha jugado con nosotros y que no nos ha desestabilizado. 
Dime, si te atreves, que no nos hemos enfriado, que esta cara no es el resultado del febrero que más he asqueado. 
Atrévete a decirme que quizás esté exagerando y que esto no es nada. 
Atrévete, porque ojalá que sea cierto.

jueves, 18 de febrero de 2016

Besos.

Me he dado cuenta de que estoy procesando reiterados deseos de besar a personas, cosa que yo antes no había tenido. Se empieza a plantear como una especie de necesidad.
Llevo un tiempo sin besar los labios que quiero. No por ello he besado otros, tan sólo siento cierto deseo. Y sí, a mi antes me habían besado, pero cómo habrán sido tus besos para que me hayan dejado con estas ganas, con la necesidad de rozar los labios, con la sensación de que no hay nada mejor. 
A veces recuerdo el tacto, la sensación de suavidad que sentía y no desaparecía hasta horas después de te hubieses ido y aumentan las ganas. Me recorre un cosquilleo cuando pienso en tu cabeza en mi hombro, en la mía en el tuyo, en los juegos por el cuello, en el frío inexistente en las noches de enero.
Qué ganas te tengo, qué ganas nos tengo.

domingo, 10 de enero de 2016

He.

He encontrado mi lunar preferido, y no es mío.
He descubierto que me gusta la sensación de suavidad en los labios que se produce después de un beso.
Me he sorprendido aprendiendo que es posible que me protejan del frío sin abrigo.
He mirado muy de cerca unos ojos mientras ellos miraban a los míos.
He escrito canciones dedicadas a alguien que ha llegado a escucharlas.
Me he sentido pequeñita apoyada en la mejor de las almohadas y en el más mullido de los abrazos.
He jugado con el tiempo y lo he alargado.
He calmado al más nervioso y he hecho descansar al más cansado.
He visto que a veces los malos no son tan malos.
He cogido las manos de quien menos me hubiese imaginado.
He empezado este cuento cantando a tu lado.
Y he escondido los restos para que no puedan encontrar(lo/nos).