sábado, 20 de enero de 2018

El hielo

Ya no soy un glaciar.

Voy tejiendo tus heridas entre sábanas y
tela, cocino con cuidado cada uno de mis besos, dibujo cada uno de mis deseos en tu espalda, afino mis palabras para cuando lleguen a tus costillas. Ya alcanzo a adivinar cada uno de tus gestos, desde la tregua hasta la garra. Entrelazo entre esquinas tantos besos que hasta los labios los gritan. Y es que todo es verdad, no eres parte de un deseo.
Suenan violines cuando pasas por la avenida y mi piano me hace pulsar lento. Fíjate: yo, que no era más que espinas. Que ya no hay cemento entre mi mente y mis actos, que piso el suelo y no es de esparto, que lo que empezó entre vías ahora viaja en las clases de alto rango. 
Descalzo, con los pies en la tierra, los ojos en el asalto, los disfraces en el suelo, tu pelo despeinado, con el rostro que incita al milagro. Descalza, con las manos vacías, la cabeza en el frente y tus labios en la mente, derrumbando todas las barreras, concentrada en el escándalo de unos brazos que acogen, un rugido que engancha, una mente que corre.
Nos quedan muchas armas que tomar, versos que encoger, semanas entre piel. Nos queda todo y más, porque darte todo sería quedarse corto.