Suena nuestro Sinatra en el salón y te me acercas por la espalda. Trepas por el sofá hasta hacerte con mis piernas. Me haces partícipe de tu juego sin ni siquiera preguntar y te atreves a atacarme con besos, tu arma más potente. Actúo como si no quisiera nada, pero revelando en mi sonrisa la ironía del asunto. Paramos, nos miramos por un microsegundo y los dos sabemos que justo en ese preciso instante damos comienzo a la unica guerra que es buena.
Vas directo a mi frente, después me besas los ojos y yo sólo puedo dejarme llevar. Cierro los ojos y te cedo mis labios, porque nadie como tú para saber usarlos. Posas tu piel sobre la mía y nuestros labios se rozan tanto que sé que lo sentiré años después. Decido usar mi arma secreta y te muerdo el labio inferior suavemente. Noto un cosquilleo en mi estómago y tu sonrisa formándose en mi honor. Abres los ojos y vas hacia mi cuello, cual vampiro con su presa, y yo alzo la cabeza cuando me besas. Te abrazo, me sujeto fuertemente a tu espalda y te hago suspirar. Juego con tu pelo mientras tus brazos me hacen presa de tu amar, y poco a poco acabamos en el suelo.
Justo hoy que el salón es nuestro, hoy que Frank canta nuestro andar, justo hoy que el amor no es un bien pasajero... Justo hoy te tocaba llamar.