domingo, 25 de diciembre de 2016

Frank.

Suena nuestro Sinatra en el salón y te me acercas por la espalda. Trepas por el sofá hasta hacerte con mis piernas. Me haces partícipe de tu juego sin ni siquiera preguntar y te atreves a atacarme con besos, tu arma más potente. Actúo como si no quisiera nada, pero revelando en mi sonrisa la ironía del asunto. Paramos, nos miramos por un microsegundo y los dos sabemos que justo en ese preciso instante damos comienzo a la unica guerra que es buena. 

Vas directo a mi frente, después me besas los ojos y yo sólo puedo dejarme llevar. Cierro los ojos y te cedo mis labios, porque nadie como tú para saber usarlos. Posas tu piel sobre la mía y nuestros labios se rozan tanto que sé que lo sentiré años después. Decido usar mi arma secreta y te muerdo el labio inferior suavemente. Noto un cosquilleo en mi estómago y tu sonrisa formándose en mi honor. Abres los ojos y vas hacia mi cuello, cual vampiro con su presa, y yo alzo la cabeza cuando me besas. Te abrazo, me sujeto fuertemente a tu espalda y te hago suspirar. Juego con tu pelo mientras tus brazos me hacen presa de tu amar, y poco a poco acabamos en el suelo. 

Justo hoy que el salón es nuestro, hoy que Frank canta nuestro andar, justo hoy que el amor no es un bien pasajero... Justo hoy te tocaba llamar. 

sábado, 17 de diciembre de 2016

Morado.

Su pelo, trazado por los dioses y sus labios, objeto de mi añoranza, servian de ayuda en mis noches desamparadas. Tenía la mirada más expresiva que se puede tener y las palabras más bellas que residen en un alma. Sus manos eran largas, como si por las noches en vez de dormir se dedicara a tocar el piano hasta las tantas, hasta en sueños, cuando no sabía ni identificar una sola tecla. Su nariz redonda, señorial, masculina, la línea soñada por el pintor más realista. Sus brazos, abrigo en noches de invierno, calor también en las noches de verano, acariciando mis caderas como si fueran su más preciado deseo, rodeando todo mi cuerpo, envolviéndolo cual regalo. 

Para regalo su existencia, la más deseada.

Mis labios buscaban consuelo en los suyos sin ni siquiera atreverse a acercarse a ellos, por si al rozarlos se rompía la barrera del sonido, el perfecto azar que hacía real el universo o la ley de la relatividad. Me gustaría poder besarte, pero no puedo. Me gustaría poder deslizar mis dedos por tu espalda desnuda mientras te tarareo tu canción favorita al oido, mientras susurro las palabras mágicas, mientras el azul y el rojo se unen en un mágico enlace que acabe desembocando en el más bello morado. 

Querría enredarte conmigo tanto y tan fuerte que no sería ni sano, querría morderte tanto el labio que dejaría en él mi marca para siempre, querría pasar tanto tiempo a tu lado que el reloj se pararía de repente por su ineficacia, querría besarte todos tus trazos, tu frente, tu ojos, tus manos, tu pelo, tus huesos, tus siempre, tus nuncas, tus años, tus noches, tu suerte, tu nuca, tu abrazo, tu alma, tu antaño. Querría hacerte mil veces el amor, porque la frase tomaría verdadero sentido. 

martes, 13 de diciembre de 2016

Los monstruos

Hace tiempo alejé a los monstruos de mi cama. A los buenos y a los malos, no hice distinción ninguna. Los saqué a patadas de mi habitación, cerré con llave la puerta y guardé esa llave en el fondo de un cajón repleto de cosas perdidas. 

Me enfadé de veras con los monstruos sabiendo que no todos eran malos. Sus intenciones maquilladas endurecían mis principios y los hacían aún más robustos, y con ello, aquella puerta que un día fue de madera, pasó a ser de metal. 

Me encerré en aquella habitación y no dejé que entrara nadie. Durante muchos meses me dediqué a escribir sobre lo malos que eran los monstruos, sobre el daño que me habían hecho y sobre que jamás volvería a dejarles entrar en mi vida. Dibujé una sonrisa en mi cara con un lápiz de ojos permanente, de esos que no se van ni aunque llores, e hice pensar a todos que todo estaba bien, que en aquella habitación solitaria no había necesidad de nadie más.

Suelo transformarme por las noches. Me convierto en alguien transparente y dejo que se vea todo mi interior. Me desnudo ante los ojos de la luna y aullo con los lobos mi condena. Y pienso en qué hubiera pasado si hubiese dejado que entraran los monstruos, en si ahora querrían volver entrar, si volverían a mostrarme su amor a mordiscos.

Pero no te voy a engañar, hoy nadie mata monstruos por mi, nadie me pide que le deje entrar por un hueco sin que los demás monstruos se enteren, nadie me acaricia con rugidos en estas noches de diciembre. No hay nadie dentro de esta habitación que no sea yo, y dudo que quede alguien en la puerta. 

P.

No es por ti,
Es por mi.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Oniria.

La Luna a oscuras en el cielo cuando vuelves a casa de noche con la calle totalmente desierta es casi tan bonita como ella. 

Ella es la fuerza mayor, el cariño más grande, el abrazo más esperado. Es el llanto en el tren de vuelta a casa, es la llamada que indica que he llegado a la estación y que quedan minutos para vernos. Es Atocha, es Gran Vía, es aquel sitio de crepes de Malasaña, es Sol. Es Momo, aquel nórdico maravilloso, 'Volver' de Morgan, un maravilloso sushi viendo programas de televisión. Es cada una de aquellas tomas falsas, de mis risas, de las suyas, es cada una de las fotos. También es cada uno de los girasoles de aquella exposición, cada una de las canciones que sonaron en el Calvario, cada uno de los besos y de los abrazos. Todas mis sonrisas aquel fin de semana fueron en su honor, y todas mis palabras de agradecimiento son insuficientes. 
Estamos más cerca de lo que crees, porque somos la misma persona, y me da lo mismo que estés en Madrid, en Salamanca, en el Norte o en la Luna, porque siempre estás aquí, porque eres mi hogar, y el mío siempre será el tuyo. 
No sé cuánto tiempo hace desde que empezó todo esto, pero la amistad que tenemos: esta cosa tan pura, tan sana y tan tierna, es lo que me da la vida cada día. Así que gracias a aquel día, sea el que sea, en el que te conocí, porque eres lo mejor.
Oniria, aquí tienes a Insomnía para ti. 
Mil besos rojos, porque es muy probable que aún me quede algo de tu pintalabios permanente.
Fíjate, como lo nuestro.
Te quiero fuerte.