He abandonado lo terrenal esta noche. Me he sentado en el borde del abismo y ahora sé qué quiero ser. Ya no dudo, y no me tiembla el pulso. Voy directa hacia ti.
Y tú me abrazas como si fuera la primavera, y yo he traído flores para ti. Me agarro al pensamiento más afilado, a la caricia más segura, a la nube más cercana. No voy a dejar que te caigas.
No estás bien, y aquí estoy yo para ti. Te llevo de paseo por mis pensamientos, hacia lo más profundo del bosque, te reservo la cabaña más acogedora, extraigo agua del río más cercano, te columpio en la cima de nuestra montaña. Tú, a cambio, me arropas por las noches, me admiras desde tus alturas, me tiendes la mano y me dejas entrar en tu casa, acariciar a tu perro, enamorarme de todas nuestras tardes. Y yo solo puedo pensar en volar junto a ti, en dejar el sur que me ampara y escalar hacia tu hogar.
Y ahora que soy adicta a la luna en tus ojos, al olor de la sierra, a tus miles de antojos, a toda tu luz, me declaro culpable de todos nuestros bailes, de sentirme valiente, mirarte a la cara y sentir que eres tú, porque no me necesitas y aún así me quieres. Y con todo ello, me regalas el primer amor sano de mi vida, el primer amor real, y ya no me importan en absoluto el resto.