lunes, 17 de mayo de 2021

Carta a todas tus catástrofes

Me he comprado un café helado y una magdalena. Me he sentado en la puerta, por si regresas. No de un modo invasivo, sino cómo se espera a las buenas noticias, sin flores pero con abrazos.

He visto pasar el tiempo imaginando escenas de cuentos extranjeros, de esas en las que recorro el mundo en tu regazo. No te quiero agobiar, te lo prometo, por eso te espero y no llamo a la puerta.


Te visualizo dentro de aquellas cuatro paredes fabulando, haciendo conjeturas, intentando entender tu propia cabeza y todos tus actos. Respeto tu espacio y me siento paciente. Espero como aquel que espera un milagro. 


Quizá de algún toquecito, mire por la rendija de la verja o tarareé alguna canción, te pido perdón por mi flaqueza. Soy de puro corazón y alguien que cree en tu fortaleza. Y, si esto tiene que avanzar, avanzará, y si llegan las doce, me iré a casa antes de que mi calabaza deje de ser carroza y de que mis vestidos dejen de ser color de rosa. 


Porque esta es una de esas decisiones que es mejor dejar para el destino.