martes, 13 de diciembre de 2016

Los monstruos

Hace tiempo alejé a los monstruos de mi cama. A los buenos y a los malos, no hice distinción ninguna. Los saqué a patadas de mi habitación, cerré con llave la puerta y guardé esa llave en el fondo de un cajón repleto de cosas perdidas. 

Me enfadé de veras con los monstruos sabiendo que no todos eran malos. Sus intenciones maquilladas endurecían mis principios y los hacían aún más robustos, y con ello, aquella puerta que un día fue de madera, pasó a ser de metal. 

Me encerré en aquella habitación y no dejé que entrara nadie. Durante muchos meses me dediqué a escribir sobre lo malos que eran los monstruos, sobre el daño que me habían hecho y sobre que jamás volvería a dejarles entrar en mi vida. Dibujé una sonrisa en mi cara con un lápiz de ojos permanente, de esos que no se van ni aunque llores, e hice pensar a todos que todo estaba bien, que en aquella habitación solitaria no había necesidad de nadie más.

Suelo transformarme por las noches. Me convierto en alguien transparente y dejo que se vea todo mi interior. Me desnudo ante los ojos de la luna y aullo con los lobos mi condena. Y pienso en qué hubiera pasado si hubiese dejado que entraran los monstruos, en si ahora querrían volver entrar, si volverían a mostrarme su amor a mordiscos.

Pero no te voy a engañar, hoy nadie mata monstruos por mi, nadie me pide que le deje entrar por un hueco sin que los demás monstruos se enteren, nadie me acaricia con rugidos en estas noches de diciembre. No hay nadie dentro de esta habitación que no sea yo, y dudo que quede alguien en la puerta. 

1 comentario:

  1. Lo haces todo bien, si no te quisiera tanto te tendría una envidia tremenda. Entiendo lo de los monstruos, no se qué mas decirte porque tampoco yo sé cómo salir de esta.

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