domingo, 27 de noviembre de 2016

La esquina dorsal

Como si ya conocieras mi juego, te dispones a ganar, y te cuelas a golpes en el vacío que hay entre mi amor y mis quiebros. Fuerzas la cerradura y te deslizas por mi cuello, como si conocieras todos mis adentros, como si controlaras la lava del volcán, como si fueras inmune a todo aquello. Salpicas, y te mezclas con mis dedos bailando entre canciones que los demás ni siquiera saben pronunciar. Arden mis pupilas cuando paso por tu espina (o esquina) dorsal y nace el verano en pleno invierno. Roes cada hueco de mi tiempo, de mi noche, de mi aliento y trabajas con esmero para alcanzar el final.

Como una aguja recorres mi vestido, como oxígeno te cuelas desde el suelo y, como sangre, navega tu piedad. Me pides sal y fuego, y te concedo lo primero, por si el miedo nos condena, por si hoy juega tu esmero.

Y calmas con saliva cada hueco de este cuerpo, celebras con bebida el encuentro pasajero, y que salten hoy los muelles que mantienen mi cemento o que hoy se pare el tiempo si te muerdo desde dentro.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Es invierno.

Y ahora, en noches estrelladas, es cuando me doy cuenta de que he estrechado manos con extraños que creía conocidos, de que mis dedos se han abrazado con los tuyos cómo si hubiesen sido creados para ello y que se han apretado como si no hubiese mañana. Ahora que llega el frío me doy cuenta de que ya tengo abrigo.
Años imposibles que culminan su vida con sorpresas enlazadas a semanas exigentes, a días sonrientes, a horas condenadas y a segundos consecuentes. Años imposibles que acaban realizándose,  peleando contra leyes de gigantes que nos creyeron pequeños y que ahora lloran nuestra grandeza. Años imposibles que terminan con deseos totalmente diferentes a los que fueron primeros. Años imposibles sin champán en la cocina, sin tu boca, sin la mía, sin palabras de autoestima, sin sentir, sin ser mentira, sin callar, sin ser tu amiga.

No es nostalgia, es invierno.
Te lo prometo.