lunes, 26 de septiembre de 2016

Volver.

El gas que desprendían sus palabras adornaba toda la habitación, y su luz alumbraba hasta al más oscuro de mis pensamientos. Recuperé el ritmo habitual de mi pulso y te miré tan fuerte que casi me pierdo. ¿Quién se supone que eres ahora? Porque ya no veo tu precioso pelo, ni tus muecas, ni tus brazos arropando mis miedos, mi timidez y mi no saber estar. 
Rompí tanto con todo que ahora eres migajas. Te miro y no siento, no siento nada que no sea pena. Con todo lo que podríamos haber sido, amigo... Y con todo lo que fuimos. Porque fuimos. 
Fuimos el eco en el silencio de una tarde de invierno, fuimos las hojas que pisamos al andar por el centro de la ciudad, fuimos los labios que besaron otros labios como señal de paz, fuimos las pestañas que besaste esa noche en ese bar, fuimos todos y cada uno de los sonidos, cada una de las teclas, de los acordes, de los golpes y de los domingos. Los bancos aún lloran nuestra ausencia, pero a ver quién es el valiente que se atreve a decirles que ya no somos. 
Y sé que aún me miras y piensas en aquello, que la incomodidad que se palpa en nuestro ambiente no es casualidad, y que no sabes olvidar. Es una pena, porque yo sí he sabido perdonar, aunque no me hayas pedido perdón.

<<Tienes algo dentro, yo lo he visto brillar, pero corres, y corres... >> 

Y al final no eres, y nunca serás quien eras. Y es triste, porque no va a volver nada de aquellos días.
Y el gas se esfuma, el humo corre lejos del cigarrillo, el fuego se apaga, y las cenizas vuelan tan lejos que jamás las volveremos a ver, pero tus palabras no se van, no mueren, ni este sentimiento que tengo en el pecho, que no es más que el vago recuerdo de ese cigarrillo anterior en el que fuimos fuego

jueves, 15 de septiembre de 2016

Manías.

Tengo una manía. No creo que sea mala, tan sólo es un rasgo más de mi: Necesito arreglar siempre las cosas, y no importa que hayan pasado dos días o 3 años de aquello que ocurrió y que me enfadó o me puso triste, o simplemente, que yo misma actué mal... Porque necesito arreglar las situaciones, los malos momentos, las malas relaciones.

Lo mejor es que cuando lo hago me siento feliz como nadie, se oyen violines y sólo quiero saltar como Heidi por el prado.

Y fíjate, hoy estoy así.

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Conclusiones:

  • No puedes odiar a quien has amado. 
  • Si recuerdas algo con nostalgia es que no fue tan malo.
  • Hay canciones que cambian de humor y se camuflan al ver cómo está el tuyo. 

                     

domingo, 4 de septiembre de 2016

De cuando el día conoció a la noche.

Somos como la noche y el día, porque me he convertido en una noche muy oscura con una luna muy llena. Los lobos me aúllan, me confían sus secretos más íntimos y sus verdades más infames, pero no hay problema, porque somos amigos. Mueven sus patas y se alejan de la manada para acercarse un poco más a la luz que desprenden mis estrellas, y me lloran, y me cantan, y me enseñan.

Pero por la mañana tan sólo me quedan sus huellas en la arena, y desaparezco como si no hubiese existido nunca, pero todos me recuerdan, porque despierto, cuando deberían dormir, sus mayores deseos.

Puedo entender que te gustase más mi día que mi actual noche, pero tienes que admitir que siempre se me vieron las intenciones y que las pasiones nunca estuvieron demasiado ocultas, que siempre dije que quería conducir de noche porque las calles parecían incluso más bellas, que siempre antepuse el negro al blanco y mi cielo al tuyo.

Si quisieras desenredar tus propias imposiciones te aseguro que acabarías siendo como yo, o casi, que por algo somos inigualables. La noche te llama, tú te encargas de levantar el teléfono o de no hacerlo.

Por si te decides, te espero entre mis lobos.