miércoles, 19 de octubre de 2016

Siempre vuelves.

Tienes la capacidad de arrasar implícita en tu sangre.
Naciste, y contigo todos mis errores; y yo, que me vuelvo kamikaze cuando miras, no puedo evitarlo y rompo con todo, tiro de las cuerdas, de las heridas, de los sentimientos enterrados, de los eneros a tu lado. 
Por si no fuera suficiente, el invierno me está llamando, me está pidiendo calor con gritos desesperados. No somos amigos, por supuesto que no. No somos nada, nunca fuimos nada. Si acaso, fuimos algún domingo, algún sentimiento incendiado, o alguna noche entre manos. O quizá, lo que para ti no es nada, para mi lo es todo. 
No tienes que pedir perdón, no tienes que pedir lo que no quieres. 
Ni mereces.

Everything's black
and white,
no grey. 


miércoles, 5 de octubre de 2016

La sonata fantasma

Brindas en el aire por nuestra magnificencia y te resulta extraño que siga tus pasos, hasta te da miedo, porque no soy así. Porque no era así.

El café siente celos porque ahora nos va más el champán, pero no sabe que aún amamos su olor, el que alguna vez perfumó las escaleras y tiñó todos los peldaños.

Creamos una sonata con susurros de madrugada que quedan grabados en nuestras mentes a fuego y sangre. Son de su mismo color, pero no del mismo filo. Clavamos versos envenenados de versiones, de anuncios en revistas y de noches placenteras. Encendemos luces que alumbrarán nuestras acercas al volver a casa. Volver, ¿solo o acompañado? ¿triunfante o fracaso? Solo tú lo sabes. Solo lo sé yo. 

Y tiemblan los cristales de esta casa que ya no está vacía,
y gritan los relojes que llegó la hora,
y reinan hoy los juicios de este cuerpo con alas,
porque hoy no me las cortas,
porque nunca me las talas.

martes, 4 de octubre de 2016

Snap Out Of It.

Me atrae demasiado la idea del caos. Te miro desde la otra punta del club y la noche parece aún más etérea. Bailas con el ritmo de tu canción favorita, marcas los tiempos con tus caderas y me miras, como invitándome a seguirte, pero hoy no juego.
Por si acaso la mirada que desprendo bajo mis gafas no te deja claro que estoy bastante harta de tus juegos nocturnos y de que intentes incluirme en ellos te dibujo un 'No' con mis labios. Pero sigues. Y te acercas, y me insistes, y me preguntas que por qué me das miedo.
 — Cariño, no me das miedo, lo que me das es pena.
 Sonríes, como si fuera una broma,  como si aquello no fuera contigo, porque te crees que sigue siendo parte del juego, como si no hubiera acabado con tu partida. Te vas a la barra, tú y tu chaqueta de cuero. Vuelvo a mis asuntos.
Bien entrada la noche nos reencontramos en la puerta, te acercas, me invitas a un cigarrillo y mientras tus pulmones mueren poco a poco y mi paciencia explora niveles que no creía posibles te digo bien alto:
 — Supéralo.