Después de unas cuentas cervezas, unos treinta chistes, unas doce muecas e infinitas sonrisas, supe que tú también lo notabas, y también el resto. Buscamos algo más que luz en esa terraza. El aire traía nuevos perfumes y alguna esperaba divina. Me hablabas de problemas familiares, de tu hermano, de tus padres, me hablabas como si nos conociéramos de unos cuantos años, y yo no podía dejar tus ojos tras el humo de tu cigarro, esperando que se disipara para disfrutar aún más de las vistas.
Se iba haciendo de noche. Me abrazaste en el atardecer, como quien abraza a una promesa, me prestaste tu chaqueta y yo te dejé a cargo mi corazón herido. Daba igual el resto, no brillaban como nosotros.
Horas después bailábamos a la luz de la nevera en la cocina, tonteabas como un adolescente enamorado, me confundías con los principios prometedores, buscaban el momento adecuado para besarte. Sonaba Viva Suecia y, aunque no los conocías, se convirtieron en tu banda favorita por unos momentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario